martes, 24 de junio de 2008

A dos años


En esa Iglesia recé por miedo a la muerte y pasé por Manuel Montt, unas diez veces al día. Llegué a conocer todas sus farmacias, todas sus tiendas de insumos básicos, todos los teléfonos públicos y todos los almacenes de abarrotes. Pero entre sólo una vez a esa Iglesia y cuando lo hice, yo, el ateo, creí en Dios levemente. Cómo no creer me decía, si todo esto se construyó por fe. Cómo no creer si aquí las flores crecen como si esto no fuera Santiago. Primer plano a manos sobre barrotes de una reja; de fondo una flor. El soundtrack: Alexander Scriabin.
¿Cuántos ave marías? ¿Cuántos padre nuestros? Muchos. Fue la primera vez después de tanto tiempo y cuando salí de allí, por lo menos había algo nuevo. Quedaba la sensación de que ya estaba todo hecho, no quedaba nada por hacer y eso, tranquiliza.

1 comentario:

Paty dijo...

pucha mi niño, siempre he pensado que me habría gustado estar ahí para abrazarte, aunque hubiera sido como amiga, pero no sabía... tu no me decías nada!
me alegró pensar que ese encuentro en el negocio del tio AHORA te hizo sentir un poco mejor

te amo tanto...